viernes, 20 de marzo de 2009

El escondite.

Una señora regresaba a Caracas en avión después de unas vacaciones y, en el asiento de al lado, viajaba un cura.

Antes del aterrizaje, ella le dice:

- Padre, ¿Puedo pedirle un favor?
- Sí, hija mía, ¿Qué quieres?
- Mire, Padre, compré en Miami un depilador eléctrico súper sofisticado, muy caro y tengo miedo de que supere mi límite en la Aduana.¿Podría usted esconderlo debajo de su sotana?
- Sí puedo, hija mía, solamente debo advertirte que no sé mentir.

La señora piensa "¡Ay, ojalá que nadie le pregunte nada al cura!"

- Está bien, Padre, gracias por su ayuda... Y le entrega el depilador.

Al llegar al destino, en el aeropuerto, el Inspector de Aduana le pregunta al sacerdote:

- ¿Algo que declarar, Padre?

El cura responde:

- De la cabeza a la cintura, nada que declarar, hijo mío.

Medio extrañado, el inspector le pregunta:

- ¿Y de la cintura para abajo, qué tiene?

A lo que el cura responde:

- Allí abajo tengo un instrumento para mujeres, que nunca he usado.

El inspector muerto de la risa, le dice:

- Adelante Padre. ¡El próximo de la fila!

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